No seas sabio a tus propios ojos, teme al Señor y apártate del mal. Será medicina para tu cuerpo y refrigerio para tus huesos. Proverbios 3:7-8
Hay un dicho: somos nuestro peor enemigo.
Y muchas veces este dicho se hace realidad en la vida de muchas personas.
Especialmente cuando permiten que el orgullo domine sus corazones.
Muchos se creen supe inteligentes, lo suficientemente fuertes como para no necesitar a nadie, es decir, sabios a sus propios ojos.
Desde el momento en que esto ocurre, esta persona deja de aprender, empieza a creer que ya no depende de Dios ni de nadie.
Empieza a creer que es autosuficiente para ganar en este mundo.
¡Y esto no es la realidad!
La gran realidad es que dependemos de otras personas para salir adelante y sobre todo de Dios.
Porque sin Dios no podemos hacer nada.
Tal como lo enseñó en su palabra.
Este proverbio nos enseña que debemos temer a Dios porque encontraremos la medicina, la medicina para nuestra vida.
En otras palabras, vamos a tener una vida sana, ya sea física, espiritual, emocional, sentimental y económica, por el simple hecho de caminar según la voluntad y el deseo de nuestro Dios.
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