Cuando pierdas a tu madre, perderás a la persona que más te quiso, la que mejor te conocía, la que todo lo perdonaba, la que te quitaba los miedos, la que te buscaba cuando andabas perdido.
Cuando pierdas a tu madre, nadie te recordará que te abrigues si hace frío, ni te llamará cada dos horas, para preguntarte si estás mejor cuando estés mal y cuando hagas las cosas mal, la gente se enfadará y tendrás que pedir perdón, porque solo tú madre aguantaba tus errores y te quería hasta en tus peores días.
Cuando pierdas a tu madre, la echarás de menos cada Navidad y en cada cumpleaños, y cada vez que te pase algo bueno querrás hablar con ella para contárselo y te darás cuenta que su silla está vacía y que aquí en este mundo jamás volverá a estar a tu lado.
Cuando pierdas a tu madre habrá personas que te conozcan pero nadie como ella, habrá mucha gente que te quiera, pero no te querrán más que a ellos mismos como ella te quería.
Cuando pierdas a tu madre el mundo será un poco más triste, más extraño, más pequeño y tú también.
Por eso, tú que todavía tienes viva a tu madre, hónrala, respétala y ámala con todo tu corazón.
“Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre (que es el primer mandamiento con promesa), para que te vaya bien, y para que tengas larga vida sobre la tierra.”
Efesios 6:1-3 LBLA