Había una vez una señora viuda que era muy pobre.
Un día no tenía nada que cocinar y les dio de comer a sus hijos. Luego oró: “¡Señor, envíame comida para que pueda cocinar para mí y para mis hijos, porque no tenemos nada!”.
Ella oró en voz alta y un vecino, que era ateo, la escuchó.
Resolvió burlarse de la pobre viuda.
Fue al supermercado, hizo una buena compra y le pagó a un chico desconocido para que lo llevara a casa de aquella mujer.
Pero debería decirle que fue el diablo quien lo envió.
Cuando el niño entregó la compra a la pobre viuda, le dijo que fue el diablo quien lo envió.
Ella sonrió agradecida y dijo: “Bien.
¡Cuando Dios ordena, hasta el diablo obedece!”
Dios tiene dominio completo sobre el mundo, visible e invisible, incluidos los espíritus malignos.
Puede incluso obligarlos a colaborar con el bien y con el Reino de Dios.
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