Eclesiastés 4:7
Yo me volví otra vez, y vi vanidad debajo del sol.
La historia cuenta que un sabio compareció ante el tribunal y tenia puesto un
magnífico turbante.
Pidiendo dinero para la caridad.
El sultán, al ver al hombre con el turbante, dijo:
- Has venido a pedirme dinero, pero lleva puesto un turbante muy costoso en la
cabeza.
¿Cuánto costó esta pieza extraordinaria?
- Quinientas monedas de oro - respondió el sabio.
El discípulo dijo en voz baja a lo sabio:
- Eso es mentira. Ningún turbante cuesta esa fortuna.
El sabio insistió:
- No he venido aquí sólo para pedir, también llegué para negociar.
Pagué mucho dinero por el turbante porque sabía que, en todo el mundo, sólo un
sultán sería capaz de comprarlo por seiscientas monedas, para que yo pueda
ayudar a los pobres.
El sultán, halagado, pago lo que el sabio pedía
En la salida, el hombre sabio dijo a su discípulo:
- Usted puede saber muy bien el valor de un turbante, pero yo sé hasta qué
punto llega la vanidad de un hombre.
Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es
vanidad. Eclesiastés 1:2
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