Así como Jesús calmó las tormentas en el Mar de Galilea, Él puede calmar las tormentas en nuestras vidas si confiamos en Él con todo nuestro corazón.
La presencia de dificultades no es señal de abandono por parte de Dios, sino una oportunidad para fortalecer nuestra fe y confianza en Él.
Cuando las aguas están turbulentas, podemos seguir navegando con confianza y serenidad, sabiendo que nunca estamos solos.
Así que no os preocupéis, porque Jesús está en la barca.
Él es el timonel que nos guía, el faro que ilumina nuestro camino y el amigo fiel que nos acompaña en todas las circunstancias.
Con Él a nuestro lado, incluso cuando la barca se balancee, no nos hundiremos.
¿Tú crees?