La Biblia nos habla de unos magos que fueron a Belén, guiados por una estrella, con el propósito de adorar al Mesías.
Lo curioso de esto es que no habían oído más que profecías, no tenían más que aquellas promesas de que vendría un Salvador.
Jesús aún no había hecho nada por ellos, aún no había salvado al mundo, acababa de nacer.
Pero los magos reconocieron que ya tenían motivos suficientes para adorarle.
Adora a Dios simplemente por lo que es y adora a Jesús por lo que hará en tu vida.
Aunque aún no veas cumplidas las promesas, cree en ellas porque Dios no las ha olvidado.
Dedica toda tu vida a Jesús porque nació, murió y resucitó para salvarnos.
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