Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le
cortó la oreja derecha. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Basta ya; dejad. Y
tocando su oreja, le sanó. Lucas 22: 50-51
La Biblia nos cuenta que cuando fueron a arrestar al Señor Jesús, el apóstol Pedro rompió la oreja del soldado Malco.
En aquel exacto instante Jesús reprendió a Pedro, cogió la oreja de Malco y curó, pegó la oreja nuevamente en el lugar.
Ahora vamos a transportarnos a esa historia, se coloca en ese momento en lugar de Malco.
Malco, creo que debería estar bien asustado.
Él debe haber pensado si uno de sus soldados me cortó la oreja, él siendo el jefe me cortar el cuello.
Pero lo que sucedió fue exactamente lo contrario, nuestro Señor Jesús misericordioso, bondadoso y benigno curó a Malco.
Tal vez algún discípulo del señor Jesús te lastimó.
Sea un pastor, un obrero, un diácono, un obispo ... un siervo te hirió.
Y por esa razón te sientes desanimada y no tienes ganas de volver a la iglesia.
Pero el Señor Jesús en ese momento, Él cura todas sus heridas.
Él te dice, no soy un discípulo que comete errores.
Soy el Dios todopoderoso, el que cura, que te libera, el que desea bendecirte.
Y te digo:
Vuelve a mi casa.
La Biblia nos cuenta que cuando fueron a arrestar al Señor Jesús, el apóstol Pedro rompió la oreja del soldado Malco.
En aquel exacto instante Jesús reprendió a Pedro, cogió la oreja de Malco y curó, pegó la oreja nuevamente en el lugar.
Ahora vamos a transportarnos a esa historia, se coloca en ese momento en lugar de Malco.
Malco, creo que debería estar bien asustado.
Él debe haber pensado si uno de sus soldados me cortó la oreja, él siendo el jefe me cortar el cuello.
Pero lo que sucedió fue exactamente lo contrario, nuestro Señor Jesús misericordioso, bondadoso y benigno curó a Malco.
Tal vez algún discípulo del señor Jesús te lastimó.
Sea un pastor, un obrero, un diácono, un obispo ... un siervo te hirió.
Y por esa razón te sientes desanimada y no tienes ganas de volver a la iglesia.
Pero el Señor Jesús en ese momento, Él cura todas sus heridas.
Él te dice, no soy un discípulo que comete errores.
Soy el Dios todopoderoso, el que cura, que te libera, el que desea bendecirte.
Y te digo:
Vuelve a mi casa.
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