El vigilante de un pequeño pueblo tenía la misión de mantener encendida la luz del faro.
Para eso, tenia que llenarla de aceite día y noche.
Era un trabajo de gran responsabilidad porque el faro guiaba a los barcos que pasaban por un lugar estrecho y peligroso, lleno de rocas.
Cerca del faro había una pequeña aldea y constantemente uno de sus habitantes se dirigía al vigilante para pedirle un poco de aceite para sus lámparas.
El vigilante, un hombre muy amable, nunca dijo "no".
Actuando así, con el tiempo el farero agotó toda la provisión de aceite del faro y poco a poco, la luz de la importante torre se fue atenuando hasta apagarse por completo.
El vigilante se aterrorizó cuando vio ante sí el cuadro que él mismo había ayudado a pintar:
un gran barco lleno de tripulantes se acercó al estrecho, chocó contra las rocas y se hundió.
Su actitud insensata e irresponsable, aunque bienintencionada, acabó causando la muerte de muchas otras personas.
En algunos momentos de la vida hay que actuar con firmeza y saber decir "no".
Si nos desviamos de nuestras responsabilidades, podemos causar pérdidas a quienes confían en nuestro trabajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario