Antes de quejarse, asegúrese de que, no es usted quien causa el problema.
Una vez, en una provincia, un panadero fue al delegado y dio queja del vendedor de quesos, que, según él, estaba robando, pues vendía 800 gramos de queso como si fuera 1 kilo.
El delegado tomó el queso de 1 kilo y constató que de hecho sólo pesaba 800 gramos.
Entonces mandó arrestar al vendedor de quesos bajo la acusación de estar adulterando la balanza.
Al ser notificado de la acusación, el vendedor de quesos confesó al delegado que no tenía peso en casa y por eso todos los días compraba dos panes de medio kilo cada uno, colocaba los panes en un plato de la balanza y el queso en otro.
Cuando el fiel de la balanza se equilibraba, entonces sabía que tenía 1 kilogramo de queso.
Para sacar la prueba, el delegado mandó comprar dos panes en la panadería del acusador y constató que dos panes de medio kilo no equivalían a 1 kilogramo de queso.
El delegado concluyó entonces que quien estaba defraudando al cliente era el mismo que estaba acusando al vendedor de quesos.
A veces actuamos de la misma manera:
Reclamamos de los demás, sin darse cuenta de que nosotros mismos somos los causantes de los problemas existentes.
Por lo tanto, como nos enseñó nuestro Señor Jesús, antes de criticar o condenar a alguien, asegúrese de que usted no es el culpable de aquella persona estar actuando de esa forma.
!!Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano. Mateo 7:5
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