viernes, 31 de agosto de 2012

El viaje de la Humildad



Se cuenta que la Humildad decidió hacer un viaje para bendecir a un pueblo que vivía en una tierra distante y muy pobre. No había entre aquella gente nadie bendecido, el pueblo vivía en la más absoluta miseria, sin rey y sin reina.

El camino a aquella ciudad era bastante largo y arduo, lleno de piedras y, más adelante había que atravesar un río caudaloso. Por eso, la Humildad buscó un barco para transportarla.

El primer barco que encontró era bonito y grande. No le faltaba nada de los más famosos yates, que navegan “por los siete mares”. Tenía inmensas velas, sus herrajes eran de oro puro y la madera que cubría su casco era la más noble que había.

Así que la Humildad le pidió ayuda, el barco se dispuso a colaborar, pero el pago que exigió fue altísimo: quería que la Humildad le diese gloria y admiración, por su belleza y fuerza. Ella no tenía como pagar el precio pedido por el barco y entonces otro pasajero lo alquiló y partió de viaje.

La Humildad entonces encontró otra embarcación. Era también muy bella, lista para cruzar aquellas aguas, pues tenía un motor de gran potencia. Quería un pago en oro y plata, cuyo valor era incontable. Mientras que la Humildad se espantaba con el precio, otro pasajero apurado se lanzó sobre él con un cofre lleno de oro sobre la cubierta, y se fue a navegar.

El tercer barco que la Humildad encontró no era tan hermoso como el primero, ni tenía la fuerza del segundo. Mientras que cuando supo la importancia de su misión, transformar la vida de los miserables, el barquito comenzó a moverse y alegre la llevó al otro margen del río, venciendo la distancia y la fuerza de la corriente.

De otro lado, el pueblo esperaba la llegada de la Humildad para bendecirlo. Cuando los barcos llegaron corrieron al primero, atraídos por su belleza, el pasajero que encontraron allá era el Orgullo, y quien lo recibió terminó maldecido.

Otro gran grupo corrió al segundo barco, atraído por el rugido del motor fuerte y por el oro que relucía en su cubierta. El pasajero que estaba allá, triste desilusión, era el Amor al Dinero y, así quien allí corrió se volvió todavía más miserable.

Solamente algunas pocas personas vieron al tercer barquito algo más fuerte que la belleza del primero y la fuerza del segundo. Corrieron a su encuentro y, que maravilla, encontraron a la Humildad y se volvieron muy felices. Fueron todos honrados.

La mayor virtud enseñada por las Sagradas Escrituras es la humildad; a ella siempre la precede la honra. El Señor Jesús nos garantizó que aquel que se humilla heredará el Reino de Dios y será exaltado.

Israel esperó varios reyes y todavía espera el Mesías. El Señor Jesús, nuestro Salvador, vino montado en un pollino. El era el Rey que ofrecía la otra mejilla a Sus enemigos, atendía a los pobres, comía con los pecadores y no luchó por la gloria de este mundo.

Los judíos esperaban un Rey que luchase contra el dominio romano y les devolviese la gloria de los tiempos de David. Por eso no lo aceptaron.

El Señor Jesús es la Humildad, nosotros, los cristianos, somos los barquitos. Si Lo llevamos a las personas, los que sufren serán bendecidos.

jueves, 30 de agosto de 2012

El viejo el niño y el burro


 
Cuentase que habia una vez un anciano y un niño que viajaban con un burro de pueblo en pueblo.  Y andando por esos caminos de Dios, llegaronse a una aldea caminando junto con su  asno, y al pasar por ahí un grupo de gentes se burló de éllos diciendo:
Qué par de tontos!... Tienen un burro y en lugar de montarlo van los dos caminando. Por lo menos el viejo podría subirse al burro.

-Tienen razón hijo. Móntese usted abuelo, que usted está más cansado. El anciano se subió al burro y prosiguieron la marcha.
Entonces llegaronse a otro pueblo y al atravesarlo, una vecina se molestó mucho cuando vio al hombre sobre el burro y al niño caminando al lado.
¡Parece mentira!... El viejo sentado y el pobre niño caminando. ¿Cómo no le da vergüenza?

Tiene razón, hijo. Yo estoy aquí tan cómodo y tú…
Pero, abuelo, si yo no estoy cansado…
¡Anda...anda!  Cambiemos,  móntate tú ahora en el burro.
El anciano y el niño intercambiaron sus puestos y siguieron su camino hasta llegar a otra aldea.
¡Pero mira nadamas, esto es el colmo!... Vengan a ver esto, vecinos… El joven montado en el burro y el pobre anciano, que no puede con su alma, caminando.

Entonces el anciano dijo al muchacho:
Vamos a hacer una cosa, hijo. Dígame, abuelo. Tú pesas poco. Creo que el animal puede con nosotros dos.
El burro avanzaba sin problemas llevando al niño y al abuelo sobre su lomo. Pero cuando cruzaron junto a un grupo de granjeros estos exclamaron:
¡Tengan compasión, caramba!... ¡Van a reventar a ese pobre animal!

Ya no sé qué hacer, hijo…Pero tienen razón, porque el pobre borrico debe estar desfacellido …
Y si lo cargamos, abuelo?
¿Cargar al burro?... bueno tal vez podamos...

Y así prosiguiendo con su caminar hasta llegar al siguiente pueblo. El anciano y el niño con el burro sobre sus hombros.
Cuando en eso que se encuentran con un mozalbete que riendo, vocifera:
¡Nunca vimos gente tan bruta !... Tienen un burro y, en lugar de montarse sobre él, lo llevan a cuestas… ¡Qué burros!

Al ecuchar esto el hombre dice a su nieto:
Esté limpia la conciencia,
Que es el deber principal,
Y en lo demás cada cual
Consulte su conveniencia.

Por nada, pues, ya me aburro
En un mundo tan ruin:
Conque... arriba, chiquitín,
Que es lo mejor.- ¡Arre, burro!

Si te dejas guiar por las opiniones de los demás, acabarás como el anciano y el niño de este cuento. No hagas caso al qué dirán, viva su propia fe.

Jesús También sufrío con esto, ya que una vez fue también víctima de esta costumbre de la gente. El mismo nos advirtió al respecto: 
 
Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Demonio tiene. Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Mateo 11:18-19 

miércoles, 29 de agosto de 2012

El beso y el banquete



Se dice que hace muchos años hubo un rey bondadoso y amado por todos sus siervos.
Reinó sobre una de las zonas de montaña más bellas del mundo, ahora conocidas como los Pirineos, en la frontera entre España y Francia.

En el momento de la siembra, cuatro jóvenes guerreros se reunieron y decidieron que cada uno buscaría un regalo valioso, que pudiera ser ofrecido al rey en el gran festival anual de la cosecha, que siempre se hacia de generación en generación todos los años.

El mayor, que era también el más hermoso, decidió partir hacia Cachemira, país muy lejano, pero famoso por su seda, con el fin de lograr el traje real, más bello.
Por su porte bonito, sabía que fácilmente podría entrar en el mundo del arte, lo que le daría las condiciones para comprar el valioso regalo al rey.

El segundo, que era el más fuerte de todos, decidió ir a Germania, un país famoso por sus armas, con el objetivo de conseguir la espada más extraordinaria con la que el rey podía ser defender.
Por su enorme fuerza, sabía que enseñar su fuerza en espectáculos o apostar dinero en sí mismo en peleas, podría pagar su viaje y comprar el regalo de verdadero valor.

El tercero, un inspirado poeta y músico eminente, decidió viajar a Austria en busca del instrumento de cuerda más perfecto cuyo sonido encantaría  el Rey y alegraría la fiesta de la cosecha.
Desde que era un gran artista, confió que podía ganar suficiente dinero, jugando y cantando a grandes audiencias.

El cuarto chico, que no tenía ninguna de las cualidades de los demás, ni cualquier otro que pudiera hacerle famoso, estaba desanimado de buscar un regalo.
Pero, ¿como le gustaba el rey, hizo una oración a Dios, para que él no pudiera estar presente en la fiesta con las manos vacías.

Por lo tanto, los tres jóvenes partieron y el cuarto quedó en el reino, al servicio del rey.
El tiempo de la cosecha era por lo general de tres meses.
Sucedió, sin embargo, que en ese año ya que las lluvias esperadas para bendecir la siembra no vino, y una severa sequía comenzó a amenazar a ese país próspero.

El rey decidió que la única forma de salvar la plantación sería cavar un canal, para traer el agua de un lago en la cima de la montaña, para regar toda la superficie de cultivo extensivo.
Sería un trabajo agotador y había que comenzar de inmediato, y con toda sus fuerzas, antes que la falta de agua destruíra las semillas.

Los hombres del reino, junto con sus carros y animales, hacían el trabajo incansable.
Se destacaba entre todos el cuarto muchacho, que no había viajado, ese día y noche estaba cavando la tierra y movía la tierra para construir el canal.
El rey montó una carpa al lado de la obra de construcción donde se encargaba de mirar se servían comidas y herramientas.

El tiempo era seco y el calor sofocante.
Muchos se enfermaron debido al rigor de esa tarea.
Ese joven, sin embargo, multiplicado entre los miles de trabajadores, prolongaba su servicio hasta la noche.

Finalmente, después de un duro trabajo, la gente de ese reino celebra con gran alegría la llegada del agua en el campo, con la que traía fertilidad y una cosecha bendecida.

En la tradicional fiesta que seguía la cosecha, el rey, como siempre, reunía toda la población alrededor del palacio.
Era la ocasión en la que recibía muchos regalos.

Aquel que entregase el regalo que más complaciera al rey, recibía el honor y el derecho de tener su nombre escrito en el libro de los ministros del reino, por lo que pasaba hacer parte del consejo real, con el derecho a vivir en el palacio.
Muchos se dieron a conocer hasta que llegaron a los jóvenes que habían viajado a reinos lejanos para elegir sus regalos.

El primero, el más bello, llegó vestido con ropas tan hermosas que provocaron la admiración de todos. Llevaba un traje de seda rojo hermoso para "Su Majestad".
El segundo, más fuerte, esto trajo una hermosa espada, hecha especialmente para el rey.
El tercer chico se acercó al trono cantando una melodía hermosa, ejecutada en un violín perfecto y absolutamente extraordinario, cuyo sonido cautivó a todos.
Este fue su regalo.

El rey conocía y apreciaba, y dio gracias a todos, y se recordó que ellos formaban un grupo de cuatro, que a menudo estaban juntos. Pregunto por el cuarto amigo.
El cuarto chico, que observaba todo en silencio, se levantó y dijo al rey:
- Amado Soberano, cuando mis amigos se fueron en busca de grandes regalos, yo estaba triste.
Al no ser músico bello, ni fuerte, ni experto, me sentí desalentado.
Aunque hice una oración a Dios, pidiendo la fortaleza para mí no presentarme en este momento con las manos vacías delante de ti, oh rey, a quien yo quiero mucho, debo decir que no tengo nada que pueda complacer a su Majestad.

El noble rey, que había observado personalmente todo el esfuerzo de ese chico en la excavación del canal, dijo:
- Nunca Nuestro buen Dios no responde a una oración sincera, un corazón lleno de amor.
Acérquese al trono y dejame ver sus manos de cerca.
Luego, sosteniendo las manos del muchacho explicó:
- El Señor escuchó su oración.

¿Tiene aquí en sus manos callosas, las heridas y las marcas del servicio anónimo, sin esperar nada a cambio y fiel, motivado por un corazón lleno de amor y lleno del más puro deseo de servir.

El vestido tan bonito que he recibido en realidad me recuerdan la futilidad de la vanidad de los que utilizan.
La espada trae a la mente la violencia y la prepotencia de los que confían en su propia fuerza.
La música de violín trae tan apreciado sonido, por los momentos de celebración, pero nada más que eso, y terminó su sonido, sólo hay silencio.
Sus manos, sin embargo, me recuerdan el trabajo, el esfuerzo y el amor al prójimo.

Los frutos que vienen de ella, permanecerá para siempre.
Los veo el más hermoso de todos los regalos.
Sed, pues, en mi elección! Te nombro ministro y ahora mi asesor, dijo el monarca, delante de todos.

¿Quién quiere agradar al Señor debe considerar cuidadosamente esta historia.

No hay nada más grande que un corazón puro y humilde ante Dios.

Cuando el Señor Jesús fue a la casa de un fariseo llamado Simón (Lucas 7:36-50), que había preparado una gran cena.
Cuando estaba en la mesa, una mujer no paraba de besar sus pies.
El anfitrión reprendió a la mujer, porque era una pecadora.
El Señor Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo:
"...Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama.", Lucas 7.44-47.

Ya ves, querido lector, que el banquete no siempre vale mas que beso.

La mujer fue bendecida, perdonada, recibió paz e incluso hoy, en su acto de fe tiene mucho que enseñarnos.

martes, 28 de agosto de 2012

La historia de Jose Neco y Paco el conductor de autobus.

 

 
Hace más de 30 años que un triste hecho sucedió en el “desierto” de Paraíba.
Una mujer con cuatro hijos, cuyo marido fue probar la vida en São Paulo, luchaba sola, con todas sus fuerzas, para mantener a sus hijos.
Viuda de marido vivo, como muchas otras en Nordeste brasileño, esa pobre mujer trabajaba para Jose Neco, “comerciante” prospero e hijo del alcalde de la ciudad.

A pesar de que no era un buen trabajo, era de este trabajo, que esta señora luchista, sacaba el mantenimiento para toda su familia.
Un día, hubo algunos problemas de la política local, la señora fue despedida de su trabajo, sin posibilidad de apelación.
Estaba desesperada. Al recordar de sus cuatro hijos que dependían; cuenta en la bodega, uniforme de la escuela y los gastos de libros y cuadernos, ella pensaba:
"Por Dios, ¿cómo va a ser nuestra vida sin este trabajo?"

- ¡Jose Neco, por el amor de Dios!
¡Sabes que tengo 4 hijos y ya no tengo otro lugar para trabajar!
¡Usted no puede despedirme! - Le ruego.
Jose Neco era implacable. Sin pestañear, le dijo:
- ¡Aquí la señora no trabaja mas, y ya!

La pobre señora lloró todo el camino de regreso a su casa.
Lloró pensando en los niños, pero la vida continúa, y Dios es mayor.

Con gran dificultad, pasando por numerosas necesidades, sin olvidar el hambre que de vez en cuando tocaba la puerta de la humilde casa de la familia, los hijos crecieron y uno de ellos siguió el sueño de los que viven en el nordeste de Brasil: ganar la vida en la gran ciudad y sacar la familia de este lugar.

Francisco, el hijo más joven, él empacó sus pocas pertenencias en una bolsa, se despidió de su madre y puso sus pies en el camino, rumbo a Río de Janeiro.
¡Sólo Dios sabe cuánto sufrió!

Ninguna profesión, sin amigos o familiares en la gran ciudad.
Paco era sólo uno entre tantos solitarios en busca del éxito.
Desempleado, sin hogar, sin comida, durante mucho tiempo vagó por las calles de la Ciudad Maravillosa, empujado sólo por el deseo de algún día ayudar la familia que había dejado atrás.

Dios es Padre y Paco siguió adelante.
Finalmente consiguió su primer empleo.
Al igual que muchos de nordeste sin una especialización, empezó a trabajar en la construcción.
El primer cheque fue recibido como un milagro.
Con él, Paco podría entrar en un pequeño restaurante, llamado por los cariocas de "pié sucio", debido a las malas condiciones de higiene del lugar, y pagar su primer almuerzo.

Después aprendiendo aquí y allá, Paco aprendió a ser conductor de tractor, trabajo de seguridad y por último conductor del autobús.
Juntó dinero, compró una casa y regresó a su hábitat natural, en busca de su madre, que nunca había oído de su marido ya que esto también fue a la gran ciudad.

Dios ayudaba a Paco y el iba prosperando.
La vida en la ciudad ahora era muy diferente de su llegada sufrida.
Casado, con hijos y con su madre, todo estaba mucho mejor, que la infancia en la sequedad.

Un bello día en que Paco maneja el autobús 326, del itinerario Castillo-Bancarios, en la Isla del Gobernador, que el cambiador gritó molesto desde la parte posterior del vehículo:
- Ô Francisco, ¡a ver si haces algo, este ciudadano ya me está quitando la paciencia!
Paco, miro por el espejo retrovisor, vio que se trataba de un hombre borracho, bien fastidioso aquellos que desean por todos los medios conseguir una pelea con el pobre cambiador.

Paco no dudó: aceleró, luego pasó una "segunda" y después redujo la velocidad y hizo con  que el borracho viniese a caer en el capó del autobús.

¿Quién era el torpe? ¡Para sorpresa de Paco era Jose Neco! El muchacho "ricachón" el áspero, que había botado su pobre mamá del trabajo, estaba completamente fuera de sí, más borracho que una cuba.

En el punto final, Paco parqueó el autobús al garaje y tomó Jose Neco, inconsciente,  y llevo a su casa.
Una vez allí, su madre casi no lo podía creer.
Era el mismo, Jose Neco!
No lo miraban desde hace mucho tiempo, pero no había duda.

El pobre infeliz, todo sucio, hizo sus necesidades físicas en su ropa y durmió como si estuviera muerto.
Muchas horas después, se despertó y para su sorpresa, estaba en la casa de la familia que había causado tantas desgracias cuando despidió a la madre, durante muchos años, y que ahora lo trataba con mucho amor.

- ¿Hola Jose Neco, acuérdate de nosotros? - La señora preguntó.
El hombre estaba muy avergonzado.
Después de todo, el hombre importante, el hijo del alcalde, fue encontrado caído en mal estado, y había sido recogido por la familia en la que tanto había pisado.
Se fue levantando, arreglando su ropa y con pocas palabras, se fue.

- ¡Jose Neco, desayuna con nosotros antes de ir! - Se ofrece la señora.
¡Nada! El hombre ya estaba fuera de la puerta para desaparecer en unos pocos minutos.

¿No es eso lo que siempre leemos en la Palabra de Dios?
Él humilla al altivo y bendice a los humildes.
Francisco conoció a Jesús y ahora es obispo de la Iglesia Universal del Reino de Dios, el obispo Francisco de Assis, que ha pasado por África, e incluso ha grabado CD.

Durante muchos años, alimento el deseo de matar a su padre, cuando lo encontrase, por todo sufrimiento que el había hecho la familia pasar.

Después de su encuentro con el Señor Jesús, había cumplido su deseo de reencontrarse su padre, sólo que ahora para darle un gran abrazo, perdonando a él en su lecho de muerte.
Su mamá también ya murió.
Está allá en el cielo con Jesús.
¿Jose Neco?
Bueno, espero que hayan tenido juicio.

lunes, 27 de agosto de 2012

El gallo viejo y el gallo joven




En la hacienda de Arlindo no había grandes plantaciones, pero en el patio detrás de la casa, tenía una granja de pollos grande, que era un placer ver.
¡Los huevos eran una belleza! No como estos que están en granjas y pajareras, pero los de yema bien amarilla, muy sabrosos.

Arlindo tenía muchas gallinas, pero solamente un gallo.
Era el antiguo bastión, era soberano en el patio, ya con muchos años de buen servicio.
Todo estaba en una gran paz, hasta que llegó a la granja un gallo joven, que tenía un gran pico, se llamaba Fincudo.
Por supuesto, el clima entre los dos, no tardó en hervir.
Bastión y Fincudo no podía siquiera mirar uno al otro.
Aunque las gallinas eran muchas, cada uno de los gallos buscaba reinar con una soberanía absoluta, lo que significa que uno de ellos tenía que morir.

¡Diálogo, imposible!
La cosa tenía que ser resuelta en la fuerza, una "pelea de gallos".
La lucha fue feroz.
Los dos se quedaron atrapados en la puerta de la jaula y se picoteaban y saltaban de un rincón al otro del patio. Las gallinas cacareaban locamente en todas partes.

La confusión fue completa, hasta que después de algún tiempo, el viejo bastión, ya cansado, se rindió.
Fincudo era puro orgullo.
Miró de lado a lado en el patio y su cresta estaba más parada que nunca.
Un momento de logro, y fincudo quería celebrar con estilo.
Nada más apropiado que el gallo cante desde lo alto del tejado.

Fincudo saltó la valla, se subió al techo del balcón, que era menor, y no satisfecho, de allí voló a la parte superior de la cubierta principal de la casa.

El pollo joven hinchó el pecho y soltó: "¡Co-co-co-ri-có"
El sonido era tan fuerte que llamó la atención de un águila que estaba volando alrededor.
El pájaro batió las alas mas fuertes, y en un vuelo bajo y fulminante, arrebató Fincudo del techo, tomándole en sus poderosas garras.
Y allí se fue el pobre y infeliz gallo, a ser devorado, sin saber dónde, y el antiguo bastión volvía a sus funciones de nuevo.

La fábula del gallo Fincudo muestra en su simplicidad, una lección muy valiosa.

Lo que se enaltece, será seguramente humillado.
Ni siquiera un escapa.

Esta es la manera más rápida y la más antigua para la desgracia.
Fue inaugurado hace muchos años por el mismo Satanás, pero por desgracia este maldito camino viejo es todavía muy concurrido.

¡Es calle de sentido único que solamente lleva uno hacia bajo!

domingo, 26 de agosto de 2012

El obispo y sus dos hijos

 

 
Hace muchos años, conocí a un obispo muy importante, que tenía dos hijos.
Quería mucho el mas joven y el mayor lo despreciaba.
El obispo era un hombre de gran conocimiento y una gran experiencia.
Sus mensajes fortalecía el corazón, educaba el alma y despertaba la fe.

No es de extrañar que su congregación crecía más que las demás.
Su dirección era muy segura y no había duda de que Dios estaba con él.
Ambos hijos asistían asiduamente los servicios de la iglesia, y ambos se fortalecían en el conocimiento de la Palabra de Dios y el ejemplo de su padre.

Con los años, el mas grande se convirtió se hizo hombre y expresó su deseo de seguir los pasos de su padre, dedicando su vida a ganar las almas perdidas.
Su padre, sin embargo, que amaba el hijo más joven y soñaba en dejar la dirección de su congregación a el, no hacia mucho caso al mas grande, siempre le decía que debía esperar una confirmación de Dios, y que tenia todavía mucho que aprender, antes de tomar una decisión tan importante.

El joven, con un corazón sincero, con el alma ardiente de deseo de predicar el Evangelio, sintiéndose rechazado por su padre, que amaba y admiraba, se vio obligado a abandonar la congregación e ir en busca de los perdidos, sin ningún tipo de apoyo de su padre.

El obispo no se preocupo porque tenía su corazón en su hijo menor.

Este, un joven de buena apariencia y muy inteligente, también creció, y expresó el deseo de seguir los pasos de su padre.
¡El anciano obispo pudo ver así su sueño hecho realidad!
El hijo menor que tanto amaba, pronto le consagro y le dio las tareas más importantes y la autoridad más alta.

Pronto el joven pastor se convirtió en el líder de la iglesia mas grande de la congregación, la catedral y todos los demás deberían obedecer a el.

Al mismo tiempo, el hijo mayor, sin contar con ningún apoyo de su padre, encontraba las más severas adversidades y dificultades.
Siendo un verdadero hombre de Dios, trabajó incansablemente, día tras día, y Dios lo honró y hizo surgir una congregación mucho más grande que la de su padre.

El obispo murió, pero no antes de ver el error que había cometido.
Su hijo menor había recibido la mejor instrucción, pero su padre lo salvó de las dificultades, pruebas y rigores, que forman el carácter del hombre de Dios.

El joven no tenía fuerzas para mantener a la congregación, y toda la gran obra de su padre estaba dividida y debilitada.
Mucho más fuerte, el trabajo del hijo mayor, que su padre lo despreciaba, surgió y creció, llegando a todo el mundo.

El anciano obispo tomó la decisión equivocada, pero Dios hizo la elección correcta.
El desprecio que dio a su hijo mayor resultó ser en la realidad, lo que Dios necesitaba para hacer de el un verdadero obispo.

Sin embargo, el legado de un hombre de Dios no está en los bienes materiales y las facilidades que puedan ofrecer a sus hijos dentro del ministerio.
Si Jesús aprendió la obediencia por lo que padeció, y siendo el Hijo de Dios Altísimo tuvo que pasar por pruebas, persecución, sufrió con la injusticia y salió con la victoria.

Cada uno de nosotros individualmente debemos matar nuestro león día con día y lograr la victoria por medio de nuestra fe en el Señor Jesús.



sábado, 25 de agosto de 2012

Agua limpia y agua sucia



Fue por amor y obediencia a la Palabra de Dios, que Olindo Gonçalves dejó su patria y amigos para hacer la obra de Dios en África.
Su familia - esposa y hijos - seguirán juntos a la aventura de ganar las almas perdidas y llevarlas a los pies del Señor Jesús.

La vida en un país extraño, sin amigos y diferente cultura, siempre trae una expectativa en el alma, y sólo mismo la fe en Dios puede dar fuerzas en estas ocasiones.
Fue uno de esos momentos en que nos preguntamos, "mi Dios, ¿qué voy a hacer?"

Este misionero recordó que no estaba solo.
Aunque no conozco a nadie en esta tierra, siempre podía contar con el apoyo de otro pastor, el hermano en la fe, soldado en la misma guerra, que seguramente se pondría contento, con su llegada y que encontraría un guía para el comienzo de su ministerio .

Empezar es siempre difícil, especialmente cuando se lucha contra el diablo, en una tierra que no es la nuestra.
Hay problemas con los papeles del gobierno, la inmigración, la vivienda, la escolarización de los niños, los alquileres y similares.

Así que buscó y encontró.
Había incluso un compatriota en el país durante muchos años, pastor de otra iglesia.
Era todo lo que Olindo necesitaba en ese momento.
"Es una bendición de Dios", pensó.

La primera vez que se vieron, después de que se saludaran, las noticias recibida del pastor misionero no eran muy buenas.
Dicho sea de paso, era la peor posible.
El hombre era extremadamente pesimista.
Él sólo hablaba de las dificultades, la incapacidad para registrarse con el gobierno, la falta de unidad entre las iglesias y por último, hablaba de una posible guerra,que estaba prediciendo que pronto acontecería.

Por último, sugirió: "Olindo, sin duda usted ha llegado en el momento equivocado.
Vuelve a tu tierra, y quién sabe, en un par de años usted puede volver.
Usted tiene una esposa e hijos, y no quiere correr el riesgo de poner su familia en una guerra, ¿no es así? "
El misionero observó que había algo extraño en la manera de hablar del pastor, pero hablando con otros que estaban en el país, escuchó lo mismo.

Olindo Pensó, si el país está con tantas dificultades, es aquí que se necesita hombres de fe, para amarrar los demonios y cambiar la situación.

Olindo no miró hacia atrás y siguió su camino.
Conocía el poder de Dios, y sabía que fue Dios, quien lo había llamado y no miraba para los problemas.
La obra fue creciendo, los pastores, que antes no quisieron ayuda-lo comenzaran a criticar y poner defectos en todo lo que el misionero hacía.

Este episodio me recuerda el caballo, que va a beber agua, cuando el ve su propia imagen reflejada en el espejo de las aguas, pensando que es otro animal que viene a beber, el empieza a dar patadas en la tierra, para asustar el “otro animal”, pero sólo levanta tierra del fondo y termina a beber agua sucia.

Jesús dijo:
"Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos.  Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies" Mateo 9:37-38

Esto es muy cierto.
La cosecha es grande y los obreros son pocos, pero hay los que creen y actúan exactamente lo contrario: intentar con todas sus fuerzas a prevenir el crecimiento de los demás trabajadores, pensando que se trata de un rival, como Caballo.

Así que hacen de una agua tan cristalina y pura y tan buena para beber, un agua sucia por sus propias patadas.

viernes, 24 de agosto de 2012

La respuesta del chofer



Los maestros y los profesionales que logran el éxito en sus profesiones, a menudo hacen conferencias a audiencias compuestas por personas generalmente de la misma área de su profesión.

Es curioso observar que la misma conferencia asistida por audiencias distintas, las preguntas de los oyentes son muy similares.
Así que un brillante economista recogía todo el país, siempre pronunciando la misma conferencia sobre "inflación".

El hombre tenía un chofer leal que, casualmente, era muy parecido físicamente con él.
Los dos siempre iban juntos a todas partes.
Sin tener que hacer durante esas dos horas de conferencia, el chofer se juntaba a los oyentes, sentando siempre en la primera fila, escuchando atentamente, como si fuera también un economista.

Tantas veces escuchando las mismas palabras y preguntas de la audiencia, que un día se atrevió a decir al maestro que él era capaz de hacer la misma conferencia.
El maestro, que ya estaba cansado de repetir el mismo tema, se puso de pie escuchando el chofer, y observó con sorpresa que el hombre lo sabía todo.

Él hizo todas las preguntas habituales de la audiencia y el chofer, con la misma fluidez, respondió a todas sin pestañear.
Convencido de que había logrado un buen doblador, el profesor comenzó a utilizar, desde entonces, se turnaban.
Un día, uno daba la conferencia y el otro se sentaba en la primera fila, como el chofer, el otro día ellos cambiaban.

Los dos se divirtieron con la situación y todo iba muy bien hasta que una conferencia dada por el chofer, alguien se puso de pie e hizo una pregunta que nadie había hecho antes.
El conductor pobre se quedó helado.
La pregunta fue directa, clara e inteligente, pero que nunca había oído el profesor responder a esta pregunta.
Hubo un profundo silencio en el auditorio mientras todos esperaban la respuesta del profesor emérito.

- Bueno - comenzó el chofer apenado - ¡Esta pregunta que usted me hace, es tan fácil de responder, que voy a dejar mi chofer, que está sentado aquí en primera fila, el te va responder!

¡Chofer, por favor, ven acá al micrófono y me conteste esta pregunta!

Siempre existe el día en que lo oculto se revela.
Nadie puede sostener una farsa, por más elaborada que sea, nada se esconde de ojos de Dios.

Fue Jesús quien dijo:
¿No hay nada oculto que no sea revelado?

jueves, 23 de agosto de 2012

El secreto del hombre de Dios



Caio era un joven de la provincia y soñaba en ser pastor en la obra de Dios.
Llenaba su alma las palabras de Jesús, que nos envió a predicar por todo el mundo.
Cada vez que la leía, su corazón ardía y se imaginaba rompiendo fronteras para llevar la palabra de Dios.

Siendo todavía un joven y viviendo en un mundo con tantas seducciones, vivía atormentado por los malos pensamientos, y a veces decepcionado por ser arrastrado por la fuerza de los instintos de la carne.

Hablaba lo que no debería hablar; sentía lo que no debería sentir, pensaba lo que debía pensar y a veces, cuando se daba cuenta ya era tarde.
Acosado por el remordimiento, veía su sueño cada vez más lejano.
"Cómo dominar la carne y ganar a si mismo? ¿Es eso posible? ", Pensaba Caio.

Fue en ese momento que decidió pasar las vacaciones en la casa de su tío, un verdadero hombre de Dios, predicador del Evangelio en la ciudad de São Paulo.

En el camino, el joven llevaba el asunto que afligía su alma: "¿Cómo dominar a sí mismo?" No podía esperar el momento para preguntar eso a su tío.
Tan pronto llegó a su destino, después de los saludos, Pidió al tío atención al tema que el traía.
- Mi tío - dijo - vengo desde lejos a buscar el secreto que tienes, en vivir la la vida sin dejarse llevar por la carne, ya que tantos años está en el camino, firme con Jesús.

El tío entendió y se comprometió a ayudar, pero ya era hora del servicio de la noche y ya no podía esperar.
Invito a Caio para que fueran juntos.
Después del servicio, sin descanso, el pastor atendió al pueblo, escuchando con atención y dando consejos, siempre basado en la Palabra de Dios.

Cuando ya era bastante tarde, después de que todos se habían ido, los dos se dirigieron a la estación de radio donde el pastor hizo su programa nocturno.
Mucho más tarde, cansado, se fue a la cama.

A la mañana siguiente, cuando Caio se despertó, su tío, el pastor ya está listo para ir a la iglesia.
Desayunaron, sin demora, y se fueran juntos.
El día en la iglesia desde la mañana hasta la noche, estaba continuamente ocupado.

El pastor, momentos estaba en los servicios, a veces aconsejando a la gente, atendiendo a alguien por teléfono, momentos orientando los obreros; planeando el evangelismo, planeando los eventos de los grupos, visita al hospital; escribiendo los testimonios para el periódico y luego ya era hora del programa de la radio.

Por la noche, Caio, exhausto, dormía profundamente.
Los días pasaron muy rápido y el joven estaba cada vez más involucrado.
El ritmo de su tío contagiaba y sus actitudes y conversaciones eran siempre llenas de fe y aliento.

Al mediodía, se sentaba a la mesa para una comida sencilla pero abundante.
Entonces el pastor descansaba durante una hora para rehacer sus fuerzas, se levantaba para la jornada de la tarde.
Siete días a la semana, cuatro semanas al mes.
No se quejaba, estaba muy feliz por eso.
Su esposa lo seguía en el mismo paso, los dos juntos se completaban.
Parecía que tenían una conversación de más de mil palabras sólo mediante el intercambio de miradas o una pequeña sonrisa.

El ambiente era siempre agradable, aunque muy ocupado.
Los días pasaron muy rápidos y las vacaciones de Caio terminaran sin que el si diera cuenta.

Cuando se despedía de su tío, el tío le preguntó si todavía quería saber el secreto del ministerio.

Con sorpresa, Caio se dio cuenta de que había olvidado la pregunta, en cuanto a malos pensamientos, los sentimientos y debilidades y así encontró la respuesta:

Una buena esposa y la vida completamente en el altar era el secreto simples, pero infalible del hombre de Dios.


miércoles, 22 de agosto de 2012

Onofre, el vendedor de relojes





Ya en mi infancia, tuve la suerte de asistir a la vecindad de San Cristóbal con gran frecuencia, la zona norte de Río de Janeiro, que se extiende alrededor de la Quinta de Boa Vista, uno de los mejores lugares de la ciudad y la residencia de la familia imperial en el siglo XIX.

Vecino al Muelle, San Cristóbal es la puerta del Río para el viajero cansado que, provenientes de todas partes de Brasil por tierra, necesariamente se ejecuta la colosal avenida Brasil.
Por su función junto adonde empieza esa avenida, San Cristóbal es, hasta hoy, una mezcla de barrio residencial e industrial, sede de numerosas empresas transportistas cuyos camiones, tienen sus cargas cubierta con lonas, que dejan un color típico a las calles.

Es curioso observar el cuidado con que se cubrí las carga, todo retorcido y nudos que los camioneros hacen con sus cuerdas, hasta que finalmente, después de varias horas; termina la carga perfectamente cubierta y protegida de la lluvia por la lona, cuyo color, es un color caqui (color amarillo mezclado con naranja, con restos de mostaza), trae a la memoria uno de esos Domingos el pan, saliendo del horno de la casa de mi abuela.
Era exactamente el querido barrio de San Cristóbal que trabajaba, Onofre de quien hablaremos.
No era chofer de camión, como la mayoría de la gente que ahí vive; era sí, el vendedor de gafas de sol y relojes, Montaba su tienda en una de las más concurridas aceras de aquel barrio de Río de Janeiro.

Nuestro amigo había sido un conductor de camión antes, pero desafortunadamente tuvo un accidente el antebrazo izquierdo y tuvo que mochar hasta el codo, rompiendo para siempre el placer de conducir su camión a través de este mundo, rompiendo todos los rincones de este inmenso Brasil.

El brazo derecho nada sufrió, sino que era perfecto y muy fuerte.
Acostumbrado al barrio que le había recibido cuando años antes había llegado desde el nordeste de Brasil, Onofre recibió una compensación por el accidente y justo ahí el decidió instalarse en el negocio de vendedor ambulante.

¿No se quejaba de la vida, pues en un barrio de camioneros, relojes y gafas de sol son un gran negocio.
Después de todo, ¿quién de nosotros nunca ha roto un par de anteojos  o perdió un reloj? Era natural que por haber dejado la profesión que tanto amaba, dejase un poco de rencor y tristeza en el corazón de aquel hombre, por lo tanto, no era de muchas bromas.

Onofre, era vendedor de relojes modelos antiguos
- No eran resistente al agua y funcionaban a cuerda, no eran como los de hoy.
- Usaba un reloj muy bonito, exactamente en el brazo que iba solo hasta el codo, o sea el izquierdo.
Era imposible alguien acercarse a su tienda, y no se dar cuenta del hecho.
Por lo general, cuando los clientes se acercaban especialmente los jóvenes en grupos, que tenía ganas de hacer un gran favor al comerciante pobre, y revelaban una desinhibición y la arrogancia que nunca habría hecho, si estuvieran en una tienda de artículos caros finos.

Se quejaban de los modelo, que querían un descuento, decían que el producto no era bueno ... A todos Onofre escuchaba en silencio.

Pero había algo que no podía tolerar.
Cuando algún bromista, tomada por la rápida conclusión, decía: "compañero, que pasa, si Dios le dio un brazo perfecto, ¿por qué lleva puesto el reloj en el malo?"

-Era el momento esperado para espantar el molesto y fastidioso joven y la respuesta era "rápida":
- ¿Puedo poner en el otro brazo, pero en el momento de tomar una ducha, arreglar los punteros o dar cuerda al reloj, voy a llamar a tu madre querida que lo haga por mí.

La respuesta fulminaba al avergonzado y humillado cliente, quien le daba una sonrisa amarillenta, y todo el aire de prepotencia venia hacia bajo, después de la reflexión, decía: "¿Ah, sí ... Yo no había pensado ... "

Yo creo que por eso el Señor Jesús nos enseñó, con tanta fuerza, la virtud de la humildad.
Por eso Dios nos dio, dos orejas, dos ojos y solo una boca, nos hacen observar y escuchar más y hablar menos. 


Dice la palabra sabia de Dios: 
"Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse " Santiago 1:19

martes, 21 de agosto de 2012

El Rey Fuego



Una leyenda africana dice de Phuza Kakhulu, el gran rey Fuego, poderoso en el norte del río Congo.

Un día, cuando viajaba por la selva, se perdió de los demás, después de caminar durante varias horas, encontró una humilde choza al borde de un río.
En el camino, había perdido todo su traje de noble, y tenia sólo la apariencia de un hombre cansado.

Mientras se acercaba, fue recibido amablemente por un anciano que durante años intentó la suerte buscando oro en las aguas del riachuelo, que le ofreció el descanso y una bebida deliciosa, con un contenido de alcohol muy alto, fermentado por las frutas silvestres.

El rey, poniendo a prueba la respuesta de su anfitrión, después de beber la primera copa, dijo:
- Buen hombre, yo soy el primer oficial de la guardia de la gran Phuza rey y soberano de todas las tribus.
Cuando entramos en la selva, viajé por delante para anticipar cualquier peligro.
Me encontré perdido y acabó por encontrar su cabaña.

El viejo, sintiéndose honrado, dijo:
- Estoy feliz porque pensé que estaba olvidado por Dios y los hombres, y ahora el destino ha traído a mi dirección tan distinguido oficial.
El soberano, satisfecho, tomó otro trago y continuó:
- Conociendo mejor tu corazón, me siento seguro para revelar que no soy más que un oficial de la guardia, pero el general al mando de todo el ejército del imperio del gran rey de todas las tribus.

El anciano admiradíssimo, contestó:
- Veo que el honor que me ha dado Dios es el más grande que he tenido, porque nunca pensé que podría ser de alguna utilidad a un servidor noble del gran rey.
El rey tomó otra copa llena, y ahora con los ojos rojos y sin poder contener la risa, dijo,:
- Si usted se siente feliz de recibir un general, sepa que yo realmente soy el primer ministro del reino y las tierras conquistadas, a cargo de todas las riquezas de nuestro vasto país.
Tengo bajo mi control personal las finanzas del rey, que no hace nada sin consultarme primero.

Los ojos del pobre viejo se abrieron como platos y exclamó:
- No me siento digno de servir su Excelencia con la bebida simple, en una choza simple.
Si le digo a alguien que ha estado conmigo en mi propia morada, la mano derecha del gran rey de todas las tribus, recibiría favores y ahora tengo una historia que sin duda será de interés para decirles a todos que va a escuchar.

"Su Majestad" no pudo contener una carcajada estruendosa.
Después de tomar otra taza llena de esa bebida fuerte, ahora con los ojos rojos y la cabeza a bailar, hinchó el pecho y reveló:
- Buen hombre y hospitalario, yo no soy un solo oficial, ministro general o principal.
- Dijo con voz ronca por el alcohol.
- Pero el rey Phuza Kakhulo, la majestad de todas las tribus, el grande y terrible rey Fuego!

El hombre tomó la botella, le arrebató la copa de la mano y dijo:
- ¡Alto ahí, pobre hombre!
Ya no se puede beber, porque la próxima copa, me va a decir que tú eres el propio Dios!

Ahora sé quién eres en realidad: que es un débil, incapaz de controlarse a sí mismo, dejase llevar por la fuerza de la bebida.
Ya no me gusta tu compañía!

Luego, sintiéndose ofendido por la broma, que
suponía habría hecho él borracho, sacó al rey a una pequeña canoa en el río, puso el rey en ella, y dejo que las aguas llevase río abajo.

Eso acontece con aquellos que se dejan llevar por la bebida.
No es trabajador, abogado, estudiante, médico, ministro o presidente, es un esclavo pobre desgraciado a la adicción a la bebida, siendo llevados por las aguas de la vida.

La Biblia enseña:
¿Para quién será el ay? ¿Para quién el dolor? ¿Para quién las rencillas?
¿Para quién las quejas? ¿Para quién las heridas en balde?
¿Para quién lo amoratado de los ojos? Para los que se detienen mucho en el vino,
 Para los que van buscando la mistura. No mires al vino cuando rojea,
 Cuando resplandece su color en la copa.
 Se entra suavemente; Mas al fin como serpiente morderá, 
Y como áspid dará dolor. Tus ojos mirarán cosas extrañas,
 Y tu corazón hablará perversidades. Serás como el que yace en medio del mar,
 O como el que está en la punta de un mastelero. Y dirás: Me hirieron, mas no me dolió;
 Me azotaron, mas no lo sentí; 
Cuando despertare, aún lo volveré a buscar.” Proverbios 23:29-35

lunes, 20 de agosto de 2012

Don Moreira y sus zapatos nuevos




¿Quién de nosotros no recuerda la zapatería donde solíamos ir cuando el par de zapatos viejos dejó de ser un amigo cómodo, a ser un motivo de vergüenza, por las marcas del uso?

Aunque la zapatería no cautive la fidelidad del cliente como una Barbería, por ejemplo, la que está en el barrio siempre nos arrastra por conveniencia.

Normalmente  el vendedor de zapato de aquellas antiguas zapaterías, era un sujeto atencioso, que no se molestaba de traer cajas y mas cajas de zapatos, para su cliente ver, procurando dar al cliente todas las opciones disponibles.
Ayudaba a calzar los zapatos y esperaba callado la decisión del cliente.

Don Moreira, un Sr. de sus 60 años, representante de productos farmacéuticos, residente del barrio y uno de los clientes antiguos de la zapatería, no rechazaba la ayuda del vendedor, porque tenía un poco de dificultad para calzar sus zapatos a causa de la barriga que tenia.

Con la humildad de siempre, el vendedor se agachaba y ayuda a calzar con la ayuda de un calzador, empujaba el pie gordo para dentro del zapato elegido. jalaba los cordones y le daba un nudo, mientras Don Moreira hacia la cara fea, como se estuviera chupando un limón agrio.

Él, sin embargo, nunca se quejó, en cambio, insistía en llevar zapatos más pequeño que su número.
Quién sabe por qué, siempre compraba el mismo modelo.
El vendedor, aunque muy intrigado, no creía en el derecho a cuestionar la decisión del cliente.

¿Que hacia Don Moreira comprar un zapato más pequeño?
Su profesión le obligaba a hacer largas caminatas, visitando numerosos consultorios médicos, tomando el maletín pesado, llenas de muestras.

Debería ser una molestia insoportable cada vez que sus pies tocaban las calles y aceras de los días de calor abrasador en Río de Janeiro.
¿Cómo podía alguien se infligir severo castigo?

Una hermosa tarde de sábado, Don Moreira apareció bien animado en la zapatería.
Tampoco parecía que había perdido a su esposa a pocos días antes.
Por primera vez, estaba de hecho muy contento.

Escogió un modelo de zapatos nuevos, mucho más bonito y mucho más caro de lo habitual, y cuando el vendedor trajo es mismo numero que estaba acostumbrado, Don Moreira sonrió y dijo:
- No, mi buen amigo, ya no calzo este número.
Traiga uno más grande, por favor.
El zapato se ajusto perfectamente.
Don Moreira daba sus pasos feliz y una larga sonrisa.

Antes de salir de la tienda, el reveló su secreto al vendedor:
- Amigo, sé que muchas veces te intrigue pues compraba zapatos menores que mi pié, que me obligaban a caminar con los pies doloridos.
Es que siendo mal casado, tenia una esposa que hacia de mi vida un verdadero infierno.
Cuando en el trabajo, recordaba que la noche tendría que regresar a casa y apoyarla, me consolaba con el hecho de que por lo menos en la casa podía quitarme los zapatos, que tanto me atormentaba.

Ahora, después de mucho sufrimiento, soy libre de dos tormentos, y por lo tanto, me siento tan feliz!
Me quede viudo y por lo tanto no necesito más de los zapatos pequeños.

¡Cuán preciosa es la mujer discreta, cuyas palabras son sabias, pero cuán terrible es la que transforma la vida de su marido en una decepción.

Querido lector, yo leo la Biblia desde hace más de 30 años y el único versículo que encontré repetido exactamente de la misma manera en diferentes capítulos, habla sobre el tema que estamos tratando.
Les pido, mis queridos amigos, que medite conmigo.

Proverbios 09:21 y 25:24 dicen exactamente lo mismo:
 
 "Mejor es vivir en un rincón del terrado
Que con mujer rencillosa en casa espaciosa."

domingo, 19 de agosto de 2012

La ley de Dios que Jesús rompió



 Se dice que pasó hace muchos años un hecho muy interesante en el reino de Vertalona, al Norte del Mar Adriático.

Este reino era gobernado por un rey muy católico, que obedecía en todo la orientación del clero romano.
En este escenario, cualquier persona que se rebelaba contra las imposiciones de la religión católica era excomulgado sumariamente, juzgado y condenado a muerte, como un practicante de la brujería y la hechicería.

Lectura de la Biblia sólo se permitía a las autoridades católicas y se leia en latín a las personas en la hora de la misa.
Es claro que la gente humilde sólo escuchaba la lectura del texto, pero no entendía nada y no se atrevían a preguntar.

La palabra del sacerdote era indiscutible, y sólo él conocía palabra de Dios y su voluntad.
Ni siquiera el rey se atrevía a enfrentarse contra el poder del clero, por temor a que Dios lo castigaría.

Sin embargo, hubo un hombre que no tenía miedo de los sacerdotes.
Era el posadero, que suministraba vino al monasterio.
Muchas veces había sido testigo de la cofradía religiosa y la forma en que se comportaban lejos del altar y del pueblo, y como si emborrachaban.
Acostumbrado a llevar y traer los barriles de vino, que se suponía iban a ser utilizados en las ceremonias religiosas, sabía quien eran los sacerdotes y la forma en que actuaban secretamente.

En uno de estos viajes al convento, el dueño tomó posesión de una Biblia, que leía todos los días con un interés extraordinario.
Conociendo la verdad, se quedo indignado con la religión oficial.
No tardo a enseñar a otros las maravillosas promesas que Dios anuncia a través de su Palabra.

Tocado por lo que había leído, salió de la taberna y empezó a dedicarse más al estudio y la enseñanza de la Santa Biblia.
Otras personas, que escucharon sus enseñanzas, también llegaran a compartir esa experiencia con él y un avivamiento comenzó a tomar lugar en el reino.

En un instante había más personas que se reunían en la casa de taberna antigua, que en los pies de los sacerdotes en el momento de la misa.
Esto era humillante, ofensivo, pensaban los sacerdotes.

Llevaron el asunto al rey, que se comprometió a tomar medidas severas, y rápidamente decretó que el pobre hombre fuera llevado a la cárcel para ser juzgado por su "crimen".
Los que acudían a él se entristecieron profundamente y buscaran al rey, y no tuvieran éxito.
El juicio estaba previsto y el comentario general era que iba a ser condenado a muerte.
El día del juicio final había llegado.
Los sacerdotes, con sus trajes negros, sentado frente al trono del rey, ocupaban la plataforma construida en la plaza central, donde llevaran al hombre, con el fin de ser juzgado.

Así que lo trajeron, el rey determinó que los cargos fueran leídos.
Los sacerdotes lo acusaban de enseñar la Biblia, y quebrantar la ley sagrada de Dios y del Papa, haciendo algo que nadie antes se había atrevido a hacer, con el agravante de haber cometido un pecado en la presencia de muchos testigos.

Antes de dictar su sentencia, el rey le dio al hombre la oportunidad de defenderse.
- Su Majestad - empezó el predicador - juzgue mi causa de la mejor manera que estime conveniente.
Hoy se me acusa de violar la ley de Dios y por lo tanto, estoy a punto de morir.

Me gustaría utilizar en mi defensa el hecho de que nuestro Señor Jesucristo, en su tiempo también se rompió la ley de Dios, que nadie antes que él se había atrevido a hacer, y lo hizo en presencia de muchos testigos, y aún así fue perdonado por el Padre.

- ¿Cual la ley de Dios, que Jesús quebrantó en su época?
-Preguntó el rey, con gran curiosidad.
- Pregunte al clero. Vuestra Majestad, sabe que hoy estoy siendo acusado de enseñar algo que, yo no lo sé.
Ahora sin duda, algunos de ellos pueden confirmar mis palabras, y satisfacer la curiosidad del rey.
Si ustedes no saben, estaré encantado de probar mi defensa y revelar esta verdad al rey, a cambio de mi libertad - dijo el acusado.

Preguntando al clero, ellos negaban tal hipótesis.
Aunque los sacerdotes no conocían la Biblia como se debería, creyeron que sería imposible el acusado probar su defensa, y por lo tanto, acordó por unanimidad para asegurar la libertad si podía probar su defensa.

- Ahora bien, la Palabra de Dios dice:
- Empezó el acusado
- Que, habiendo despedido a sus discípulos en una barca, Jesús se quedó en la tierra, orando en el monte.
Por la tercera hora de la noche, se acercó caminando sobre el mar, para estar con sus discípulos, en el barco.
Les pido a los sacerdotes para confirmar que mis palabras están escritas en el texto de la Palabra de Dios.

- Sí, deberás están! - Confirmo el clero.
- Pero, ¿qué tiene esto que ver con la defensa que quiere probar?
- Preguntaran.
- Como usted puede ver, el clero, el fiscal confirma mis palabras y me garantiza la libertad.
Al caminar sobre el agua, el Señor Jesús rompió la ley de Dios llamada la ley de la gravedad, que rige a todos los hombres y las estrellas.
Él hizo lo que nadie había hecho antes y en presencia de muchos testigos.

El rey y el clero se vieron atrapados en la inteligencia de aquel predicador.

Como se prometió, ante todo el pueblo, tenían que liberar al hombre.

La historia es curiosa y la persecución sigue siendo la misma.
Para escapar de ella, realmente se necesita la simplicidad de la paloma y la prudencia de la serpiente.

sábado, 18 de agosto de 2012

¿Cabra dentro de la casa?


 




 
Se dice que hace muchos años, vivía un hombre enojado con la vida.
Quejaba todo el tiempo y veía defecto en todo.
En su casa, su esposa, en el trabajo, de todos modos, siempre encontraba una razón para quejarse.

A pesar de que vivía en una hermosa tierra en las costas del Mediterráneo, al sur de Italia, conocido hasta  hoy como el Real Calabria, el pobre hombre no veía la verdadera belleza de la vida y no podía valorar a lo que Dios le había concedido.

Quien mas sufría en esta historia era su esposa, por soportar todos los días el mal humor de su marido, que se llamaba Marcio y tenía pocos amigos.

Un día, la esposa de Marcio escucho hablar de un cierto apóstol llamado Pablo de Tarso, que predicaba el Evangelio de Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios.
Él hablaba con fluidez el italiano, realizaba grandes milagros e iba a pasar por Roma.

Ella convenció a su marido a buscar al Apóstol y pedirle el milagro que iba a cambiar sus vidas.
Cuando Pablo llegó a la región, anunciaba el Evangelio en la plaza y sanaba los enfermos.
Márcio se acercó entonces y le dijo al apóstol toda su infelicidad.
La vida pobre que llevaba el sitio, el trabajo duro, la rutina de cuidado de los animales, y sobre todo la pequeña casa en que vivía.

- Apóstol escuche hablar que Dios hace muchos milagros a través de sus manos.
¿A continuación, puede hacer un milagro para cambiar mi situación?

Quiero una casa mejor, un trabajo mejor, una vida mejor
-Dijo, con ansiedad.

Pablo, mirando a los ojos gentil de la esposa del hombre, entendió toda la situación y dijo:
- Sí, yo puedo hacer el milagro que desea.

Pero tienes que prometerme que harás todo lo que digo.
Si fallas en una cosa, yo no estoy bajo ninguna obligación de hacer lo que os prometo ahora.

- Sí, sí, voy a hacer lo que me dice.
- Respondió inmediatamente.

- Muy bien.
Una vez que llegue a su sitio, va tomar un par de gansos y colocar para vivir dentro de su casa
-Dijo Pablo.
El hombre no entendía la razón, pero como había prometido, así lo hizo.

La casa, que ya era pequeña, se quedo mas chica.
La pareja de gansos no paraba de perturbar.
Caminaba da habitación para sala de estar y la habitación a la cocina.
Se subía a la mesa en los muebles, manchaba todo el piso.

Es increíble cómo un par de gansos causa una irritación insoportable en cuestión de minutos.
Unos días más tarde, ya que nada había cambiado en su vida y no sop ortando más los gansos, se fue en busca del apóstol.

La casa donde Pablo predicaba estaba llena de enfermos y el hombre de Dios estaba luchando contra los malos espíritus.
Márcio, que sólo podía ver sus propios problemas, interrumpió para decir:
- ¡Apóstol hice lo que me dijiste y nada ha cambiado en mi vida!

Recordando el caso, Pablo dijo:
- Hoy, cuando regrese a su casa, ponga una vaca a vivir con usted.
Haga esto antes de que oscurezca.

El hombre volvió con el corazón roto, pero como quería su milagro más que todo en esta vida.
Aun sin entender, metió la vaca dentro de su casa y cerró la puerta, y antes de caer la noche estaban allí:
Marcio, su esposa, gansos y vaca.

¡Qué situación!
Al día siguiente, muy temprano, Márcio despierta con el mugido de las vacas y los gansos su grasno estridente.
¡La casa era un desastre!
La vaca era enorme.
Cayeron las fotos de la pared, los muebles estaban amontonados en un rincón, por no hablar de la cesta de la hierba para la vaca y el cubo de maíz para los gansos.

Pocos días pasaron y el hombre, muy molesto, busco de nuevo el apóstol.
- Recuerde, Márcio
- Dijo Pablo
- Que se comprometió a hacer todo lo que digo.

A su vez, también pone a su cabra a vivir con usted, con los gansos y vacas.
Era lo último que le gustaría oír.
Él incluso pensó en abandonar y romper su promesa, pero, convencido por su mujer, aunque frustrado, ató la cuerda alrededor del cuello de la cabra y llevo el animal á la casa.

Lo primero que la cabra hizo fue comer la cortina de la habitación.
Y de ahí, fue destruir todo lo que encontraba.
¡La apariencia de la casa era terrible!
¡El hedor insoportable!

La vida de Marcio, desde que el sol se levantaba y salía por la ventana, sin cortinas, hasta el anochecer, cuando se cubría el rostro con la almohada para escapar del olor de la cabra, era un tormento solo.

El hombre estaba agotado.
Dormía mal, comía sentado en el suelo y ni se bañaba.
Su esposa, la pobre, tenía la apariencia de una bruja.
Muy cansado y deprimido por tantas noches sin dormir, ya no teniendo fuerzas, busco una vez mas, al apóstol.

- Bueno, Márcio.
- Dijo Pablo.
- Hoy quita los gansos y mañana en la mañana la vaca y la cabra.
Hazlo y recibirá el milagro que espera.
Esta vez el hombre llegó a casa aliviado.
- Mujer, mujer !Se acabo nuestro tormento!

-Hoy quitamos los gansos y mañana por la mañana la vaca y la cabra!
¡Maravilla!¡Maravilla! - Gritó con una alegría desenfrenada.

Al amanecer, la pareja tomó el último animal de la casa y comenzó a reconstruir la casa.

Tejieron nuevas cortinas, lavaran y pasaron cera en el piso de madera antiguo, pintaran las paredes y muebles reformado.
Marcio fue en los campos de alrededor y trajo flores para perfumar la casa casa, flores hermosas.
Tan hermosas y fragante que era de impresionar el hecho de que nunca había notado antes.
Hasta el techo fue arreglado.
A los pocos días la casa era una belleza.

Se convirtió en la más bella de la región.
Marcio tenia ahora el placer de sentarse en la sala de estar, cenar en la mesa y dormir plácidamente en su habitación.
Elogiaba a la comida, la limpieza y la belleza de su esposa.

De este modo, el milagro que Pablo prometió se cumplió y Marcio llegó a ser muy feliz.

¡Qué maravilloso milagro!

¿Cuántas personas hoy en día que viven triste y lamentando, no resolverían sus problemas simplemente mediante la adopción de una cabra, para pasar algunos días con uno en la misma casa?

Más tarde, el sabio apóstol escribió:
"Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad." Filipenses 4:12

viernes, 17 de agosto de 2012

¡Cuando eres feliz, un día es como un año!






En Israel aconteció la leyenda que vamos a relatar, sirve para mostrar el peligro de la interpretación informal y conveniente de la Biblia.

Ha muchos y muchos años, tenía un Judío rico que tenía una hija muy talentosa, pero no tan hermosa.
A medida que la niña estaba en edad de casarse, el viejo Jacob Trambik, se martirizaba con la idea de tener que asumir los gastos de la fiesta, y todavía pagar el dote.

Esta antigua costumbre de pagar un dote al yerno, servia para ayudar a la joven pareja a empezar una nueva vida.

Jacob mismo, originalmente muy pobre, comenzó a prosperar en la vida cuando, con ocasión de su matrimonio, su suegro le dio el dinero para comenzar su vida como orfebre.

De aquella ayuda inicial, y por supuesto con su esfuerzo diario, construyó una pequeña fortuna, que no quería compartir con nadie.

Los Judíos jóvenes de aquella época, en edad para contraer matrimonio, fueron buscados por los corredores de las bodas, especialmente aquellos que eran de familia rica o de los que se agradaban con la belleza física de la muchacha.

Jacob tenía en mente para su hija, el joven Mutret, honesto y un hombre de buen linaje, y prestaba un buen servicio en el negocio de los orfebres.

Pero, ¿cómo podría escapar de pagar el dote, ya que era rico y tenia una sola hija?
No encontraba excusas ante el tribunal de rabinos.

Fue entonces cuando Jacob contrató un corredor de apuestas inteligentes y los dos elaboraran la siguiente propuesta, que fue llevado al joven Mutret:

A través del matrimonio con la joven y talentosa Sarah, Mutret recibiría un pequeño dote, lo suficiente para los gastos de la boda y trajes de la novia, pero a esta cifra seria añadido diez años Kest.

Los diez años de Kest, significaba que durante una década, el joven  Mutret y su esposa iban a vivir mantenidos por su suegro.

En realidad, fue una propuesta muy buena.
No hay necesidad de sudar su frente, no hay hora para acostarse o de levantarse, sin un jefe para dar órdenes ni obligaciones que cumplir.

Impulsado por el atractivo de la buena vida, Mutret firmó el contrato de matrimonio, como la Ley de Moisés, y toda la tradición judía, y un día soleado, se casó con Sarah.

Después de la boda, se fue directo a la mansión del viejo Jacob, por diez años Kest.
El padre se deshizo en amabilidad a favor del yerno.

Ordenó que los empleados lo tratara de forma diligente, cual es el alimento que más le complace.
El suegro lo llevaba periódicos en el desayuno, trataban todo tipo de temas en el almuerzo y le invitaba amablemente para pasear después de la cena por la noche.
Por la noche, antes de acostarse, el padre le preguntaba:
- ¿Mutret, hijo mío, eres feliz en nuestra casa?
¿Te falta algo, por pequeño que sea, para que vuestro gozo sea completo?
Cuando el joven, sonriendo, contestaba con prontitud:
- No, mi suegro, ¡soy más feliz que nunca y no me falta nada!

Se tardó diez días y en el undécimo, cuando Mutret vas a la mesa del desayuno, se sorprendió de la cara amarga del suegro, que estaba diciendo:
- Ya no tiene derecho a estar en esta casa a partir de ahora.
Cumplí con ustedes todo lo que se combinó con la presencia de los testigos.

Les prometí Kest diez años, y como enseña nuestra sagrada tradición, cuando un hombre es feliz, un día es equivalente a un año.
Después de todo, todos los días que estuvo en mi casa, me respondió que estaban contentos y nada le faltaba.
Diez días, por lo tanto vale diez años.

Junta tus cosas, usted tiene el dinero que te di, tú eres joven, tienen la fuerza para trabajar.
Cuando yo regrese para comer, ya no quiero verte aquí.
Si quieres, te ofrezco el trabajo que tenía, pero no espera recibir más de lo que pagabas antes.

El muchacho se sintió engañado y no sabía qué decir.
¿Cómo salir de esta situación?
Esa mañana fue la peor de su vida.

Él, que se había acostumbrado a la idea de diez años sin trabajo, estaba angustiado, por el inminente retorno al antiguo empleo, y levantarse temprano, el alquiler, las facturas a pagar y, por último, una realidad que había borrado de su mente.

A la hora del almuerzo, cuando el suegro llegó a casa y vio al muchacho, se indignó:
- ¿Todavía, sigue en mi casa?
¿No te acuerdas de nuestra conversación en la mañana?
¡Ya era para estar lejos!
- Dijo el hombre, enfurecido.

Con calma, el muchacho respondió:
- Mi suegro, he escuchado con atención todo lo que me dijo en la mañana, y no puedo negar que usted tiene la razón de su decisión.

Yo he sido feliz en estos días, como nunca había estado en toda mi vida.
En nuestra tradición, cuando un hombre es del todo feliz un día es como un año.

Por lo demás, me daré por pagado y satisfecho, no tengo nada de qué quejarse.
Sin embargo, también tengo mis derechos y hoy anuncio que doy carta de divorcio a su hija.

El viejo no esperaba la decisión del muchacho.
En la cultura judía, el divorcio pone una mancha en el carácter de la mujer irreparable.
Es como una maldición.

Para un recién casado joven, nada más que la muerte podría ser peor.
- Usted no puede hacer eso.
¿Qué derecho tienes a divorciarse de mi hija?
Usted se casó de acuerdo con todas las leyes del hombre y de Dios.
Tengo el Talmud santo, y usted lo sabe, y sabe que no puede jamás dar carta de divorcio de su esposa sin una buena razón!
- Dijo el padre, perplejo y temeroso un poco.

- Sí, sí puedo
- Mutret, respondió.
- La Ley de Moisés, el Talmud santo, que usted acaba de citar, garantiza mi derecho.

Moisés le dijo claramente que cuando un hombre se casa con una mujer, y esta no da a el niños después de diez años, el marido tiene derecho a divorciarse de ella y darle carta de divorcio.

Como usted ha dicho, estoy casado con su hija a diez años, y cómo ella nunca me dio hijos, escribiré hoy la carta de divorcio y voy presentar a la Junta de Rabinos.

Jacob Trambik, se quedo mudo.
Había sido una víctima de su propio artificio.

Sin salida, Jacob otorgó Kest á Mutret, que vivió tranquilamente durante diez largos años en su mansión.

Querido lector, esta historia muestra el lado divertido de la relación entre suegros y yernos.

Pero también muestra cómo la Biblia puede ser utilizada de manera irresponsable a través de una interpretación casual ó conveniente.

Hay muchas nuevas doctrinas, que se distribuyen por ahí que son como las de Mutret y Trambik.

Engañan los incautos para quitar tiempo y dinero, y lo peor de todo, quitan también la salvación

jueves, 16 de agosto de 2012

Los tres trabajadores




Se dice que ha muchos, muchos años en la costa mediterránea del Mar, una de las regiones más hermosas del planeta, un lugar de clima agradable, había un reino feliz que era gobernado por un noble rey, cuya sabiduría y bondad supera el más elocuente elogios.

"Su Majestad" también fue un hombre muy temeroso de Dios, y por eso decidió  hacer todos los esfuerzos para construir una gran catedral, en la parte más noble de la capital de su reino.

Su país no siendo muy rico, el rey tomó muchos años para obtener los recursos necesarios para trabajar.
Su alegría era inmensa, pues tenia el sueño de dejar un gran templo erigido.
Su objetivo era permitir a las personas de fe en su Reino un lugar donde pudieran reunirse en la presencia de Dios, y juntos glorificar y buscar las bendiciones maravillosas e infinitas

El lugar que había elegido estaba situado en el centro de la capital del reino.
Era de fácil acceso, y las torres del edificio, una vez construida, se podía ver desde largas distancias, ya que el suelo era alto y no había montañas para obstruir su visión.

Las previsiones para el trabajo fueron notables.
Los ladrillos, madera, piedras de granito y mármol, vidrio y todas herramientas y proyectos, en definitiva, todo lo que era el mejor que podía conseguir en ese momento.

Y así que terminaron las fuertes lluvias del verano, el rey, cuidadoso, determino que las obras comenzara, y que todo estaba listo y terminado en el plazo de cinco años.

Todos los dibujos se preparan por arquitectos cualificados, esmeraran en que cada uno de los detalles de la construcción.
Era una obra grandiosa.

Sin embargo, cuando llegó al altar, el rey había hecho un dibujo de su propia mano, una concepción de que Dios había inspirado y era incluso algo de extraordinaria belleza.

El trabajo siguió su curso bien planeado.
Cada día se subía a la albañilería, la formación en esa hermosa catedral.
Un día el rey decidió visitar el sitio de construcción y ver cómo andaba el desarrollo del servicio.

Para poder observar libremente y para evitar cualquier vergüenza o atraso en la obra que su presencia traería a los trabajadores, el rey iba vestido de paisano, puesto un sombrero que le hizo la cara sombra, en silencio, se fue temprano en el edificio.

El sonido de los instrumentos y el movimiento de los trabajadores se observaron en la distancia.

Después de rodear el lugar y observar cuidadosamente todas las tareas que se realizaron en el momento, se acercó a "Su Majestad", uno de los albañiles y le preguntó sin rodeos:

- ¿Qué estás haciendo?
Respondió el hombre:
- Estoy trabajando para levantar la pared y por lo tanto ganar el dinero que necesito para vivir.
Soy pobre, tengo muchos hijos, y esta es la manera de que puedo ganarse la vida.

El rey, disfrazado, se despidió y se fue a otra parte de la obra, se encontró con un carpintero, que estaba colocando maderas.
El rey hizo la misma pregunta que había hecho al albañil, el hombre respondió:
- Estoy preparando una puerta, como en la vida no he tenido la suerte de tener padres ricos que podían pagar por mis estudios para ser médico.
Para mi desgracia, yo vivo mi vida en el trabajo duro, porque soy incapaz de conseguir un trabajo mejor 
- dijo el carpintero.

Más tarde, el rey se paró frente a un hombre que, a pesar de tener una cierta edad, y diga-se de paso una edad aparentemente avanzada, se esforzaba mucho en su tarea.
Se veía incansable y trabajaba con mucho gusto.

El rey, sorprendido, se acercó a él y le hizo la misma pregunta que había hecho a los otros dos trabajadores.
- Estoy construyendo la casa de Dios. 
- respondió, aquel trabajador.
- Muy bien, señor.

Ahora he encontrado a alguien en quien pueda confiar.
Su trabajo viene del corazón, está motivado por el amor y estoy seguro de que funciona bien, Dios bendiga sus manos, de modo que todo lo que hace estará seguro y será lo mejor.

Hoy en día,  te elijo estar a cargo de la parte más importante de esta catedral:
La construcción del altar que Dios me inspiró a hacer 
- dijo el rey.

Esta historia antigua muestra con claridad que hay una diferencia entre los corazones de los hombres.

La pobreza del primer trabajador fue mucho más que la falta de dinero.
Su pobreza era de alma, de no permitir ver que la pared que el construía era la casa de Dios, y que por lo tanto era un privilegio trabajar.
Solamente hizo ya lo hacia un hombre rico y bendecido.

La tristeza del segundo trabajador, era mas que el trabajo pesado.
Su tristeza de espíritu impedía, regocijarse del hecho de que sus manos se utilizaron para construir la casa de Dios, que es la obra más honorable.

Muchas veces perdemos grandes oportunidades de lograr las bendiciones de Dios.

Él, a través de nuestras actitudes día con día, prueba nuestros corazones y nos escoge ó rechaza para hacer su obra en este mundo.