En Israel aconteció la leyenda que vamos a relatar, sirve para mostrar el peligro de la interpretación informal y conveniente de la Biblia.
Ha muchos y muchos años, tenía un Judío rico que tenía una hija muy talentosa, pero no tan hermosa.
A medida que la niña estaba en edad de casarse, el viejo Jacob Trambik, se martirizaba con la idea de tener que asumir los gastos de la fiesta, y todavía pagar el dote.
Ha muchos y muchos años, tenía un Judío rico que tenía una hija muy talentosa, pero no tan hermosa.
A medida que la niña estaba en edad de casarse, el viejo Jacob Trambik, se martirizaba con la idea de tener que asumir los gastos de la fiesta, y todavía pagar el dote.
Esta antigua costumbre de pagar un dote al yerno, servia para ayudar a la joven pareja a empezar una nueva vida.
Jacob mismo, originalmente muy pobre, comenzó a prosperar en la vida cuando, con ocasión de su matrimonio, su suegro le dio el dinero para comenzar su vida como orfebre.
De aquella ayuda inicial, y por supuesto con su esfuerzo diario, construyó una pequeña fortuna, que no quería compartir con nadie.
Los Judíos jóvenes de aquella época, en edad para contraer matrimonio, fueron buscados por los corredores de las bodas, especialmente aquellos que eran de familia rica o de los que se agradaban con la belleza física de la muchacha.
Jacob tenía en mente para su hija, el joven Mutret, honesto y un hombre de buen linaje, y prestaba un buen servicio en el negocio de los orfebres.
Pero, ¿cómo podría escapar de pagar el dote, ya que era rico y tenia una sola hija?
No encontraba excusas ante el tribunal de rabinos.
Fue entonces cuando Jacob contrató un corredor de apuestas inteligentes y los dos elaboraran la siguiente propuesta, que fue llevado al joven Mutret:
A través del matrimonio con la joven y talentosa Sarah, Mutret recibiría un pequeño dote, lo suficiente para los gastos de la boda y trajes de la novia, pero a esta cifra seria añadido diez años Kest.
Los diez años de Kest, significaba que durante una década, el joven Mutret y su esposa iban a vivir mantenidos por su suegro.
En realidad, fue una propuesta muy buena.
No hay necesidad de sudar su frente, no hay hora para acostarse o de levantarse, sin un jefe para dar órdenes ni obligaciones que cumplir.
Impulsado por el atractivo de la buena vida, Mutret firmó el contrato de matrimonio, como la Ley de Moisés, y toda la tradición judía, y un día soleado, se casó con Sarah.
Después de la boda, se fue directo a la mansión del viejo Jacob, por diez años Kest.
El padre se deshizo en amabilidad a favor del yerno.
Ordenó que los empleados lo tratara de forma diligente, cual es el alimento que más le complace.
El suegro lo llevaba periódicos en el desayuno, trataban todo tipo de temas en el almuerzo y le invitaba amablemente para pasear después de la cena por la noche.
Por la noche, antes de acostarse, el padre le preguntaba:
- ¿Mutret, hijo mío, eres feliz en nuestra casa?
¿Te falta algo, por pequeño que sea, para que vuestro gozo sea completo?
Cuando el joven, sonriendo, contestaba con prontitud:
- No, mi suegro, ¡soy más feliz que nunca y no me falta nada!
Se tardó diez días y en el undécimo, cuando Mutret vas a la mesa del desayuno, se sorprendió de la cara amarga del suegro, que estaba diciendo:
- Ya no tiene derecho a estar en esta casa a partir de ahora.
Cumplí con ustedes todo lo que se combinó con la presencia de los testigos.
Les prometí Kest diez años, y como enseña nuestra sagrada tradición, cuando un hombre es feliz, un día es equivalente a un año.
Después de todo, todos los días que estuvo en mi casa, me respondió que estaban contentos y nada le faltaba.
Diez días, por lo tanto vale diez años.
Junta tus cosas, usted tiene el dinero que te di, tú eres joven, tienen la fuerza para trabajar.
Cuando yo regrese para comer, ya no quiero verte aquí.
Si quieres, te ofrezco el trabajo que tenía, pero no espera recibir más de lo que pagabas antes.
El muchacho se sintió engañado y no sabía qué decir.
¿Cómo salir de esta situación?
Esa mañana fue la peor de su vida.
Él, que se había acostumbrado a la idea de diez años sin trabajo, estaba angustiado, por el inminente retorno al antiguo empleo, y levantarse temprano, el alquiler, las facturas a pagar y, por último, una realidad que había borrado de su mente.
A la hora del almuerzo, cuando el suegro llegó a casa y vio al muchacho, se indignó:
- ¿Todavía, sigue en mi casa?
¿No te acuerdas de nuestra conversación en la mañana?
¡Ya era para estar lejos!
- Dijo el hombre, enfurecido.
Con calma, el muchacho respondió:
- Mi suegro, he escuchado con atención todo lo que me dijo en la mañana, y no puedo negar que usted tiene la razón de su decisión.
Yo he sido feliz en estos días, como nunca había estado en toda mi vida.
En nuestra tradición, cuando un hombre es del todo feliz un día es como un año.
Por lo demás, me daré por pagado y satisfecho, no tengo nada de qué quejarse.
Sin embargo, también tengo mis derechos y hoy anuncio que doy carta de divorcio a su hija.
El viejo no esperaba la decisión del muchacho.
En la cultura judía, el divorcio pone una mancha en el carácter de la mujer irreparable.
Es como una maldición.
Para un recién casado joven, nada más que la muerte podría ser peor.
- Usted no puede hacer eso.
¿Qué derecho tienes a divorciarse de mi hija?
Usted se casó de acuerdo con todas las leyes del hombre y de Dios.
Tengo el Talmud santo, y usted lo sabe, y sabe que no puede jamás dar carta de divorcio de su esposa sin una buena razón!
- Dijo el padre, perplejo y temeroso un poco.
- Sí, sí puedo
- Mutret, respondió.
- La Ley de Moisés, el Talmud santo, que usted acaba de citar, garantiza mi derecho.
Moisés le dijo claramente que cuando un hombre se casa con una mujer, y esta no da a el niños después de diez años, el marido tiene derecho a divorciarse de ella y darle carta de divorcio.
Como usted ha dicho, estoy casado con su hija a diez años, y cómo ella nunca me dio hijos, escribiré hoy la carta de divorcio y voy presentar a la Junta de Rabinos.
Jacob Trambik, se quedo mudo.
Había sido una víctima de su propio artificio.
Sin salida, Jacob otorgó Kest á Mutret, que vivió tranquilamente durante diez largos años en su mansión.
Querido lector, esta historia muestra el lado divertido de la relación entre suegros y yernos.
Pero también muestra cómo la Biblia puede ser utilizada de manera irresponsable a través de una interpretación casual ó conveniente.
Hay muchas nuevas doctrinas, que se distribuyen por ahí que son como las de Mutret y Trambik.
Engañan los incautos para quitar tiempo y dinero, y lo peor de todo, quitan también la salvación
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