martes, 28 de agosto de 2012

La historia de Jose Neco y Paco el conductor de autobus.

 

 
Hace más de 30 años que un triste hecho sucedió en el “desierto” de Paraíba.
Una mujer con cuatro hijos, cuyo marido fue probar la vida en São Paulo, luchaba sola, con todas sus fuerzas, para mantener a sus hijos.
Viuda de marido vivo, como muchas otras en Nordeste brasileño, esa pobre mujer trabajaba para Jose Neco, “comerciante” prospero e hijo del alcalde de la ciudad.

A pesar de que no era un buen trabajo, era de este trabajo, que esta señora luchista, sacaba el mantenimiento para toda su familia.
Un día, hubo algunos problemas de la política local, la señora fue despedida de su trabajo, sin posibilidad de apelación.
Estaba desesperada. Al recordar de sus cuatro hijos que dependían; cuenta en la bodega, uniforme de la escuela y los gastos de libros y cuadernos, ella pensaba:
"Por Dios, ¿cómo va a ser nuestra vida sin este trabajo?"

- ¡Jose Neco, por el amor de Dios!
¡Sabes que tengo 4 hijos y ya no tengo otro lugar para trabajar!
¡Usted no puede despedirme! - Le ruego.
Jose Neco era implacable. Sin pestañear, le dijo:
- ¡Aquí la señora no trabaja mas, y ya!

La pobre señora lloró todo el camino de regreso a su casa.
Lloró pensando en los niños, pero la vida continúa, y Dios es mayor.

Con gran dificultad, pasando por numerosas necesidades, sin olvidar el hambre que de vez en cuando tocaba la puerta de la humilde casa de la familia, los hijos crecieron y uno de ellos siguió el sueño de los que viven en el nordeste de Brasil: ganar la vida en la gran ciudad y sacar la familia de este lugar.

Francisco, el hijo más joven, él empacó sus pocas pertenencias en una bolsa, se despidió de su madre y puso sus pies en el camino, rumbo a Río de Janeiro.
¡Sólo Dios sabe cuánto sufrió!

Ninguna profesión, sin amigos o familiares en la gran ciudad.
Paco era sólo uno entre tantos solitarios en busca del éxito.
Desempleado, sin hogar, sin comida, durante mucho tiempo vagó por las calles de la Ciudad Maravillosa, empujado sólo por el deseo de algún día ayudar la familia que había dejado atrás.

Dios es Padre y Paco siguió adelante.
Finalmente consiguió su primer empleo.
Al igual que muchos de nordeste sin una especialización, empezó a trabajar en la construcción.
El primer cheque fue recibido como un milagro.
Con él, Paco podría entrar en un pequeño restaurante, llamado por los cariocas de "pié sucio", debido a las malas condiciones de higiene del lugar, y pagar su primer almuerzo.

Después aprendiendo aquí y allá, Paco aprendió a ser conductor de tractor, trabajo de seguridad y por último conductor del autobús.
Juntó dinero, compró una casa y regresó a su hábitat natural, en busca de su madre, que nunca había oído de su marido ya que esto también fue a la gran ciudad.

Dios ayudaba a Paco y el iba prosperando.
La vida en la ciudad ahora era muy diferente de su llegada sufrida.
Casado, con hijos y con su madre, todo estaba mucho mejor, que la infancia en la sequedad.

Un bello día en que Paco maneja el autobús 326, del itinerario Castillo-Bancarios, en la Isla del Gobernador, que el cambiador gritó molesto desde la parte posterior del vehículo:
- Ô Francisco, ¡a ver si haces algo, este ciudadano ya me está quitando la paciencia!
Paco, miro por el espejo retrovisor, vio que se trataba de un hombre borracho, bien fastidioso aquellos que desean por todos los medios conseguir una pelea con el pobre cambiador.

Paco no dudó: aceleró, luego pasó una "segunda" y después redujo la velocidad y hizo con  que el borracho viniese a caer en el capó del autobús.

¿Quién era el torpe? ¡Para sorpresa de Paco era Jose Neco! El muchacho "ricachón" el áspero, que había botado su pobre mamá del trabajo, estaba completamente fuera de sí, más borracho que una cuba.

En el punto final, Paco parqueó el autobús al garaje y tomó Jose Neco, inconsciente,  y llevo a su casa.
Una vez allí, su madre casi no lo podía creer.
Era el mismo, Jose Neco!
No lo miraban desde hace mucho tiempo, pero no había duda.

El pobre infeliz, todo sucio, hizo sus necesidades físicas en su ropa y durmió como si estuviera muerto.
Muchas horas después, se despertó y para su sorpresa, estaba en la casa de la familia que había causado tantas desgracias cuando despidió a la madre, durante muchos años, y que ahora lo trataba con mucho amor.

- ¿Hola Jose Neco, acuérdate de nosotros? - La señora preguntó.
El hombre estaba muy avergonzado.
Después de todo, el hombre importante, el hijo del alcalde, fue encontrado caído en mal estado, y había sido recogido por la familia en la que tanto había pisado.
Se fue levantando, arreglando su ropa y con pocas palabras, se fue.

- ¡Jose Neco, desayuna con nosotros antes de ir! - Se ofrece la señora.
¡Nada! El hombre ya estaba fuera de la puerta para desaparecer en unos pocos minutos.

¿No es eso lo que siempre leemos en la Palabra de Dios?
Él humilla al altivo y bendice a los humildes.
Francisco conoció a Jesús y ahora es obispo de la Iglesia Universal del Reino de Dios, el obispo Francisco de Assis, que ha pasado por África, e incluso ha grabado CD.

Durante muchos años, alimento el deseo de matar a su padre, cuando lo encontrase, por todo sufrimiento que el había hecho la familia pasar.

Después de su encuentro con el Señor Jesús, había cumplido su deseo de reencontrarse su padre, sólo que ahora para darle un gran abrazo, perdonando a él en su lecho de muerte.
Su mamá también ya murió.
Está allá en el cielo con Jesús.
¿Jose Neco?
Bueno, espero que hayan tenido juicio.

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